La idea
fundamental de este artículo, que une filosofía y barbas, procede de Wikipedia, concretamente de un apartado
dentro de la voz inglesa “beard”, barba, titulada “Las barbas de los
filósofos”, y que, a continuación, paso a resumir en lo esencial, pero
ampliando otros aspectos.
Existe un proverbio inglés, “the beard does not make the sage”, que es
equivalente a nuestro “el hábito no hace al monje”, y que destaca la relación
entre las barbas y la sabiduría o la filosofía, y es que, si miráis las
imágenes del libro de texto de Historia de la Filosofía , o el fresco
de Rafael, “La Escuela
de Atenas”, veréis que todos los filósofos de la antigua Grecia llevaban barba.
¿Cuál es la razón de esta uniformidad estética? Ni más ni menos que en la
antigua Grecia la barba era la “moda”, y su significado es ser un signo de
masculinidad, tomándose su falta por señal de afeminamiento. Es más, incluso en
la época homérica, y tal como el poeta canta en sus versos, tenía un sentido
sagrado, y era frecuente que, cuando una persona quería suplicarle a otra, lo
hiciese tocando su barba. A tal punto llegaba la consideración de la barba, que
los espartanos castigaban a los cobardes afeitándoles una parte de la barba,
para que llevaran inscrito en su propio cuerpo, y de forma visible el gran
defecto que tenían.
Así,
vemos que el hecho de que los filósofos griegos llevaran barba no era otra cosa
más que seguir los criterios de “normalidad” que toda cultura y sociedad
establece para sus miembros. Pero, conforme la filosofía fue creciendo, y todos
sus cultivadores tenían barba, pasó a hacerse la asociación de hombre con barba
= filósofo o sabio.
La
época dorada de Atenas acaba cuando Macedonia comienza su expansión
territorial, que culmina con el Imperio de Alejandro Magno (Pella, 356 a C. – Babilonia, 323 a C.), y es precisamente
Alejandro quien, tras llegar a Persia, y ver a sus hombres afeitados y
acicalados, cuando impone tal costumbre a sus tropas, entre otras razones para
hacer a sus hombres menos vulnerables a los ataques de los enemigos, ya que
pensó que las barbas podían servir como asideros a los enemigos para derribar a
los soldados y matarlos con más facilidad. Así se impone esta nueva moda que se
extiende por todo el territorio conquistado por el joven macedonio, donde
llevaba la civilización griega. Por ello, la cara afeitada pasó a ser
considerada un símbolo de civilización, y vive una época de éxito equiparada a
la lengua y la cultura griegas.
Aristóteles (384 a
C. – 322 a
C.), preceptor de Alejandro Magno y filósofo, se encuentra ante la tesitura:
¿seguir la moda ateniense o la macedonia? .Esta doble condición de Aristóteles
lo llevó, al final de su vida, a ser expulsado de Atenas, por considerarlo un
espía de Macedonia. Aristóteles, en lo tocante a las barbas, llegó a una
solución intermedia – muy virtuoso – entre los dos extremos: llevaba una barba
cuidadosamente recortada, la cual lo identificaba como filósofo, pero su
cuidado y recortes lo hacían estar a la moda macedonia.
Pero
ya en el horizonte comienza a apuntar una nueva potencia, Roma, que va gestando
su identidad nacional sobre unos valores propios, como eran la vida austera, la
disciplina militar, el respeto a los mayores… y la cara afeitada. Tan
importante era en la vida romana, que el primer afeitado de un joven era
considerado un rito iniciático – de entrada a la vida adulta - , y ese día se
hacía fiesta, y se le entragaba la toga
virilis o vestimenta adulta, y la barba sólo la dejaría crecer en señal de
duelo. Publio Cornelio Escipión ( Escipión el Africano, 235 a C. – 183 a C.), procónsul, general
y senador de la República Romana
fue un público defensor del afeitado de cara como seña de identidad de los
romanos y elemento diferenciador de los griegos, considerados decadentes. Desde
entonces se asocia en Roma la barba a suciedad y mugre.
Pero
también Roma acabó sucumbiendo al encanto de la civilización griega.
En el año 168 a C., Roma había
conquistado Macedonia, y la había dividido en cuatro repúblicas, siendo Atenas
una de ellas. En el año 156 a
C. el Senado de Roma impuso a Atenas una multa por haber saqueado la ciudad de
Oropo, y Atenas manda a Roma una embajada integrada por tres filósofos para que
le perdonaran la deuda. Esta embajada es conocida como la EMBAJADA DE LOS TRES FILÓSOFOS,
y tenéis una magnífica explicación de la misma, con rigor y claridad, a cargo
de Encarnación Lorenzo, en el siguiente enlace:http://quintadelmochuelo.blogspot.com.es/2010/06/la-expulsion-de-los-filosofos.html
Los
tres filósofos que envió Atenas a Roma fueron: Carnéades (213 – 126 a C.), miembro de la Academia platónica,
Diógenes de Babilonia (230 – 150
a C.), estoico y Critolao de Falesis (200 – 118 a C.), peripatético,
miembro del Liceo aristotélico, y, por supuesto, los tres llevaban una barba
poblada. Estos tres oradores deslumbraron a los romanos con su oratoria…y sus
barbas, comenzando así la asociación en Roma de filósofo como ser- con- barba.
Pero
– siguiendo el artículo de Encarnación Lorenzo que más arriba os he indicado –
no todo el mundo quedó fascinado con los filósofos griegos, sino que la parte
más conservadora de la sociedad romana, encabezada por Catón el Viejo (234 – 149 a C.), veía en la
educación griega un serio peligro para los valores de la juventud romana, que,
según Catón, debía seguir el cursus
honorum centrado en la enseñanza militar y política y no en disquisiciones
en lenguaje florido acerca de cuestiones universales poco pragmáticas. La
postura de Catón ganó, y los filósofos fueron expulsados, pero la semilla
helenizante ya había prendido en Roma, hasta el punto de que el emperador
Adriano (76 – 138 d C.), fascinado por el mundo griego, se dejó crecer la barba
(aunque según Plutarco (46 – 120 d C.), lo hizo para ocultar unas marcas en su
cara).
La
filosofía romana se desarrolló siguiendo los pasos de las escuelas morales
helenísticas (cinismo, epicureísmo, estoicismo, escepticismo ), y llegó a ser
cuna de grandes filósofos estoicos, como Séneca (4 – 65 d C.), Marco Aurelio
(121 – 180 d C.) o Epícteto (50 – 130 d C.), esclavo liberto que llevaba una
florida barba que él consideraba mucho más que un simple aditamento; según él, era algo “casi sagrado”, que transforma los hábitos de la persona – en cuanto
que decide llevar a la práctica la decisión de no afeitarse – y que implica
llevar un modo de vida que no tiene en consideración la opinión de los demás
sobre uno mismo, ya que para él lo único importante es vivir conforme a la
naturaleza, la razón y no las convenciones sociales. Epícteto llegó a huir de
Roma cuando reinaba Domiciano (51 – 96 d C.), quien persiguió a los filósofos
tras afeitar la cabeza y la barba del filósofo Apolonio de Tiana (3 – 97 d C.),
a quien acusó de magia y de actividades antiestatales (Domiciano era un tirano,
y cuando Apolonio se dirigió a Roma durante su mandato, dijo que iba a Roma “ a
ver qué especie de animal es un tirano”).Pero , a pesar de todo, Epícteto
afirmaba que estaba dispuesto a dejarse decapitar antes que peder su barba.
Para finalizar, y como curiosidad, en Roma,
cada escuela filosófica podía identificarse por la forma de la barba de sus
discípulos, que son las siguientes:
a)
Cínicos.
Llevaban barbas largas y descuidas para simbolizar su desprecio por lo externo
y las convenciones sociales.
b)
Estoicos.
Barbas más cuidadas, ya que, según ellos, se pueden atender a ciertas
convenciones sin perder de vista la superioridad de la virtud.
c)
Peripatéticos.
Barbas muy cuidadas, siguiendo a Aristóteles y su creencia de que los bienes
materiales y el status social eran, junto a la virtud, ingredientes de una vida
buena.