2.- PENSAMIENTO
2.1.- Los comienzos de la Antropología en Norteamérica.
La Antropología como ciencia nace a finales del siglo XIX, dentro de las nuevas ideas evolucionistas e historicistas, ligada a la Sociedad Etnológica de Londres, fundada en 1844 para debatir acerca de las diferencias entre los pueblos y determinar si estas diferencias se deben a factores naturales o, por el contrario, son los elementos culturales las únicas diferencias que se pueden establecer entre ellos. La obra más destacada de los primeros tiempos es La Rama Dorada, de James G. Frazer, publicada por primera vez en 1890, que establece una continuidad entre las creencias mágicas y religiosas de la anigüedad más remota y las creencias religiosas más elaboradas del mundo conocido. Esta antropología se conocerá como “antropología de sillón”, debido a la falta de trabajo de campo para observar a las sociedades y las culturas de las que se habla. Con la expedición de Haddon al Estrecho de Torres en 1898 y el trabajo de Malinowski en las Islas Trobriand cambia la forma de entender la investigación antropológica. A partir de entonces se entiende la necesidad de convivir con los nativos de una cultura, hablar su lengua y observar sus costumbres para comprender el conjunto institucional y simbólico que la configura. En Estados Unidos el primer Departamento de Antropología se establece en la Universidad de Columbia en 1896 con Boas como director.
La Antropología vive con el cambio de siglo un debate intenso acerca de la existencia de una naturaleza humana, universalmente compartida, que se regiría por la ley natural de la lucha por la supervivencia. Dos figuras destacadas dentro de esta opinión son Herbert Spencer y Francis Galton. Este último propuso una serie de medidas eugenésicas o programas “para mejorar la raza humana” tales como esterilizar a criminales o disminuidos psíquicos, basándose en la ley de herencia ancestral: los caracteres heredados se mantienen a lo largo de las generaciones. Spencer, por su parte, defendía el Darwinismo Social, una visión determinista que descansa sobre la premisa de que hay un componente en la naturaleza humana que condiciona nuestro lugar en la sociedad, según estemos mejor o peor adaptados para la supervivencia dentro de ella. Este planteamiento es un ejemplo de lo que se conoce como falacia naturalista, que consiste en establecer un paralelismo entre las leyes naturales y las sociales buscando, así, el fundamento de la moral en la naturaleza. Estas teorías desembocaron en la idea de la existencia de razas superiores e inferiores, siendo el hombre blanco (entendido como superior a la mujer, y como el más apto para la vida social) el más evolucionado y, por lo tanto, quien puede, y debe, según esta visión, “civilizar “ a los demás. Resulta, por tanto, el fundamento teórico del racismo y del colonialismo.
Frente a este determinismo evolucionista, Franz Boas aportará nuevas formas de entender e interpretar a los humanos. Boas nació en Alemania en 1958 y estudió física, matemáticas y geografía. Tras doctorarse con la tesis “Contribuciones al entendimiento del color del agua”,decidió profundizar en el tema, y para ello hizo una expedición al Ártico en 1883. Acabó viviendo entre los Inuit y se convenció de que para entender a un pueblo hay que conocer sus tradiciones. En 1888 fundó el primer departamento de Antropología de Estados Unidos, en la Universidad de Clarck. Entre 1908 y 1910 realiza, por encargo del gobierno de ese país, un estudio de los inmigrantes que llegaban a Nueva York, y esperaban en la Isla de Ellis a que se decidiese si eran considerados aptos para entrar en el país, o por el contrario, tenían que volver a sus lugares de origen. El estudio de Boas determinó que la mezcla racial era más beneficiosa para la humanidad, y que no existe ninguna base biológica para hablar de razas superiores o inferiores. Las conclusiones de este estudio fueron expuestas en The Mind of Primitive Man (1911). Se pueden resumir en que no hay relación entre raza y cultura y chocan con el determinismo de Herbert Spencer y con la idea de que la evolución solo tiene una línea; también niega la existencia de una unidad psíquica de toda la humanidad, ya que cada cultura configura a sus individuos de una forma diferente. Por ello, podemos decir que su posición teórica es el relativismo cultural. Cuando llega al Universidad de Columbia con estas novedosas ideas y funda allí el Departamento de Antropología, atrae a mucha gente joven y con talento deseosos de conocer y estudiar la diversidad cultural del ser humano. Entre sus muchos alumnos encontramos a Ruth Benedict o Margaret Mead con un papel muy destacado. Su disposición para abrir el mundo de la Antropología a las mujeres, y permitirles realizar trabajo de campo fue novedoso, una muestra de que para él también las diferencias de género son una construcción cultural.
2.2.- Los comienzos de Ruth Benedict en la Antropología.
En este ambiente de ruptura con las tradiciones académicas, llega Ruth Benedict a Columbia y es considerada por Boas una persona de mucho talento; por ello la envió a hacer trabajo de campo al sur de California. Tras ese período, Benedict se gradúa y comienza a colaborar en el Departamento.
Su preocupación teórica es la relación existente entre individuo y cultura, además de la definición de la personalidad dentro de ese conjunto de conductas prescritas. Para Benedict la cultura se define (a partir de la observación de pueblos diferentes) como un conjunto de conductas escogidas de entre un amplio abanico de posibilidades; cada una escoge un número de rasgos que no tienen que coincidir necesariamente con los seleccionados por otra.
A partir de esta definición, vamos a señalar algunos aspectos fundamentales del pensamiento de Ruth Benedict:
1.- Relativismo cultural y rechazo de racismo y el etnocentrismo.-
Si las culturas escogen unas conductas frente a otros, debemos afirmar que no existen unos rasgos naturales que definan a un individuo como superior o inferior, mejor o peor. Esta conclusión permite afirmar que Benedit comparte los presupuestos teóricos del relativismo cultural. Sobre esta misma base defiende que el racismo no tiene ningún fundamento natural, y que el etnocentrismo no tiene justificación. En sus estudios acerca de diferentes culturas, sobre todo el que lleva a cabo en El crisantemo y la espada, sobre Japón, hace numerosas comparaciones con las costumbres de Estados Unidos, mostrando que solo son diferentes, no superiores o inferiores.
2.- No a la unidad psíquica del ser humano.-
Por ello, no podemos hablar del psiquismo del ser humano como algo invariable a lo largo del tiempo y que compartamos todos. Las diferencias son individuales y cambian de una cultura a otra e incluso entre épocas históricas.
3.- Conflicto entre naturaleza y cultura.-
Las conductas etiquetadas como “normales” o “anormales” en el marco de una cultura no tienen que coincidir necesariamente con la categorización establecida por otra. En su artículo de 1934, “Anthropology and the Abnormal” constata, tras una amplia comparación transcultural, que existe una enorme variedad de comportamientos entre sociedades; sean estas grandes o pequeñas, más sencillas o complejas. Hay áreas como la religión o el matrimonio ampliamente documentadas, que permiten un cierto grado de generalización, pero en otros aspectos no ha sido posible; al respecto destaca lo que cada cultura entiende como “conducta desviada”: es decir, lo que en una cultura puede ser entendido como peligroso, desestabilizador o inquietante, en otras se considera un rasgo sobresaliente y la persona que lo ostenta es tratada con honores. Benedict habla de la catalepsia (un trastorno nervioso en el que el individuo sufre una parálisis repentina, pérdida de sensibilidad y movilidad) que en culturas católicas ha sido identificado con el “éxtasis místico”. En otras sociedades occidentales se encuadra dentro de las enfermedades mentales, por ello es visto con recelo. En algunos pueblos del sur de California son el rasgo que da prestigio a ciertos individuos (normalmente mujeres) ya que se percibe como un trance que los conecta con el mundo espiritual.
La homosexualidad es otro de los ejemplos que aporta Benedict: mientras en la sociedad occidental de los años 20 y 30 (cuando escribe la autora) se consideraba una aberración, en sociedades como la Grecia de Platón estaba asumida (véase El Banquete). Entre algunas tribus de indios americanos es una institución: los Berdache son hombres-mujeres que tras la pubertad se visten como mujeres y realizan tareas propias de estas. Su consideración social es elevada puesto que se dedican a la curación y a la organización de eventos; su lugar en la sociedad está normativizado.
2.3- La Escuela de la Cultura y la Personalidad.-
El presupuesto teórico más destacado de la Escuela de la Cultura y la Personalidad (la principal aportación a la teoría antroplógica de Ruth Benedict y Margaret Mead) es que los individuos no están determinados por la biología, sino que la cultura los moldea, incluso en lo relativo al género. La educación es el medio utilizado para conseguirlo. Se trata de un enfoque muy novedoso para su época. Tan importante consideraba Benedict la educación como herramienta para la replicación de conductas, que dedicó el capítulo más largo y detallado de El crisantemo y la espada a la explicación de cómo se educa a los niños japoneses.
Tanto Benedict como Mead explican la cultura en términos psicológicos: las categorías culturales se interiorizan por el individuo y las integran como rasgos de la personalidad. Así chocan con la teoría de Freud para quien todos los seres humanos sufrimos unos conflictos universales: el complejo de Edipo y el de Electra. Desde el punto de vista de Benedict y Mead, esta afirmación no es correcta, ya que no todas las culturas viven la sexualidad y las relaciones con los padres de igual manera, tal como ellas pudieron comprobar conn sus trabajos de campo llevados a cabo en diferentes lugares. Ambas opinan que los conflictos de los que habla Freud pertenecen en exclusividad a la cultura occidental. Las otras influencias de esta escuela son el relativismo y el antievolucionismo de Boas.
Tras la II Guerra Mundial, Benedict y Mead iniciaron el proyecto de estudiar culturas contemporáneas y ,para tal fin ,crearon el Institute for Cultural Studies.
2.4.- Patterns of Culture: Culturas apolíneas y dionisíacas.-
En el prefacio de esta obra, escribía Margaret Mead que en 1921 se entendía la cultura como “el cuerpo sistematizado de conductas aprendidas y transmitidas de padres a hijos” (2), y de ahí extrajo Benedict su idea de que las culturas pueden ser entendidas como las personalidades humanas a lo grande: de igual forma que cada uno elige unos rasgos de su personalidad entre una enorme cantidad de posibilidades conocidas a través de la educación y el ambiente en el que se desenvuelve, las culturas escogen solo un número limitado de rasgos de entre todos los posibles.
A la hora de explicar cómo se forman las “personalidades” de las culturas, Benedict se adscribe a la Psicología de la Gestalt: las conductas no son una suma de conductas aisladas, sino una figura completa identificable como un patrón. Esta concepción es conocida como Configuracionismo. En Patterns of Culture presenta tres casos etnográficos con la curiosa etiqueta con las que las identifica: “apolíneas”, “dionisíacas” y”paranoicas”. De esta manera, califica a la cultura del pueblo Zuñi (que ella estudió in situ) como apolínea, ya que se trata de un pueblo tranquilo y mesurado, mientras a los Kwakiutl de Canadá (a partir de estudios de Boas) los etiqueta como “dionisíacos” debido sus festines desproporcionados para mostrar status y poder. La tercera cultura que examina en esta obra es la de Dobu, en Papúa Nueva Guinea (a partir de los materiales de Reo Fortune); en ella encuentra rasgos “paranoides”, ya que sus miembros sufren constantemente con la idea de que puedan envenenarlos o que un vecino ejerza algún tipo brujería sobre ellos o sus cosechas.
Hemos destacado la fuente de los datos que maneja Benedict para alcanzar sus conclusiones, ya que su trabajo no es siempre directo con los pueblos de los que habla, sino que elabora esa “Antropología a distancia “ que será el sello distintivo de su obra más original: El Crisantemo y la Espada: Patrones de la cultura japonesa.
3.- LA TEORÍA DE LOS PATRONES CULTURALES APLICADA A JAPÓN.-
Este libro fue un encargo del gobierno de Estados Unidos a Benedict, que en ese momento era una persona que gozaba de una sólida reputación en el mundo de la Antropología, para descifrar el enemigo más “enigmático” al que se enfrentaban: Japón.
Debido a que se hallaban en guerra ambos países, Benedict no pudo realizar el trabajo de campo preceptivo de la etnografía, y se vio obligada a acudir a otros medios, entre los que destacan la entrevista y la documentación exhaustiva. El resultado es un estudio amplio y completo del país oriental además de una explicación a las conductas que extrañaban a los americanos. Desde su relativismo Benedict hace una antropología “en reverso” comparando las costumbres niponas con las de los Estados Unidos, sin tomar partido por su país; tan solo deja constancia de ellas con la finalidad de que el lector elabore sus propias conclusiones. En la obra vemos cómo la autora aplica su principio de etiquetar culturas, aunque ahora establece unas nuevas categorías: culturas de la culpa y de la vergüenza. El mundo occidental sería un ejemplo de las primeras, y Japón, de las segundas.
Su estudio en profundidad del material del que pudo disponer y que comparó con otros pueblos, tanto orientales como occidentales, así como de la historia de Japón, llevaron a Benedict a desentrañar los rasgos que integran el patrón cultural de Japón: su sistema de deudas y devoluciones. Adentrarse en esta red le permitió dar una explicación a reacciones tan alejadas de los cánones estadounidenses, como la que mostraban soldados que eran capaces de morir sin pestañear, y quienes, una vez hechos prisioneros colaboraban de buen buen grado con su antiguo enemigo, contando secretos de su país.
En el capítulo 2, Benedict expone las diferentes “configuraciones mentales” de los enemigos para explicar las causas de la guerra: mientras en Estados Unidos se justificó por la provocación del Eje (Japón, Italia y Alemania) al mundo “libre”, Japón veía la necesidad de imponer orden y jerarquía a un mundo sumido en la anarquía. Según Benedict, los japoneses necesitan tenerlo todo ordenado y bajo control por lo que los imprevistos son un factor fuertemente desestabilizador. Por ello, la jerarquía resulta fundamental. Benedict califica a la sociedad japonesa de aristocrática, con una complicada red de saludos y contactos que marca las diferencias entre unos y otros. Lo más curioso para los occidentales es que esa etiqueta se observa de forma más rígida dentro de la casa, con los familiares, que con las personas de la calle.
Esta jerarquía se estructura atendiendo a los criterios de edad (de menor a mayor) y sexo: la situación social y familiar de la mujer siempre es inferior a la del marido, por ejemplo, caminando unos pasos por detrás de él. Alcanza incluso los derechos: los de la familia prevalecen sobre los individuales. Sobre todos ellos se sitúa el emperador: garantía del orden y el buen funcionamiento de la sociedad. Este reconocimiento conduce a la parte más sustancial de la obra: la explicación de las redes de deudas entre los miembros de la sociedad japonesa, empezando por la que todos contraen con el emperador.
3.1.- Obligaciones y devoluciones.-
De los capítulos 5 al 8 Benedict nos introduce en la terminología y el significado de la red de obligaciones que constituyen la idiosincrasia nipona. Comienza refiriéndose al on u obligación que cada persona sobrelleva a lo largo de su vida de forma pasiva, teniéndola que devolver a lo largo de su existencia activamente. Estas obligaciones son hacia el emperador (ko-on), los propios padres (oya on), el amo de uno (nushi on) y el profesor (shi no on). El pago de estas deudas se realiza de dos formas: el gimu y el giri.
El gimu supone una devolución parcial, puesto que nunca se podrá saldar la deuda contraída con los padres y los antepasados o con el emperador. El gimu respecto a los padres implica que no se discute ninguna de sus decisiones, y que el matrimonio será concertado por ellos como un medio de mantener el nombre de la familia y el culto a los antepasados, cuya veneración se dirige solo hacia los más recientes. La mentalidad japonesa acerca de la familia muestra que es una cadena transmisora de deudas, las cuales se saldan “..al transmitir a los hijos propios el cuidado que uno mismo recibió antes” (3). Esta piedad filial no implica que se tenga que demostrar afecto y bondad respecto a los parientes, ni siquiera a los más cercanos. El gimu respecto al emperador se entiende porque su figura es identificada como la de un “padre bueno” ya que él no está contaminado por el contacto con el mundo. Esta deuda hacia el emperador se denomina chu, y se paga obedeciendo sus leyes.
El giri es la devolución “más difícil de soportar”, puesto que la constituyen una larga lista de obligaciones equivalentes al favor recibido, sin límite temporal. Estas deudas se clasifican en dos tipos:
1.- El Giri respecto al mundo implica la obligación de devolver a los iguales, el cumplimiento de la palabra dada y los contratos. En esta esfera, se incluye la familia política además de quienes nos hacen un regalo o ayudan en el trabajo. Benedict lo contrapone a la cultura occidental, donde la buena disposición de las personas se muestra con ayudas y presentes.
2.- Giri hacia el propio nombre (una versión japonesa de die Ehre - en alemán en el original-, o el honor). Implica ostentar una reputación intachable, trabajar de forma que no quepa el error o el fracaso; también cumplir impecablemente todas las normas sociales, no mostrar emociones en ocasiones inapropiadas, etc. El peso de este giri explica que el japonés recurra al castigo hacia sí mismo antes que al de los demás.
3.2.- Los placeres y la educación.-
Tras esta exposición en la que los japoneses se nos presentan como un pueblo sometido a unas normas de conducta muy estrictas, Benedict expone cómo los japoneses disfrutan con placeres sencillos: la comida, el baño o el sueño. El sexo se vive de una forma natural (siempre que no interfiera en la red de obligaciones), lo entienden como algo bueno mientras se mantenga en un lugar secundario. Choca a los occidentales que los hombres casados visiten a geishas y/o prostitutas abiertamente, incluso siendo ayudados a vestirse por su propia esposa. Desde la perspectiva nipona, la sexualidad es algo natural que no debe interferir en la vida familiar. Igualmente, son permisivos con la masturbación y el consumo de alcohol. Tales ejemplos muestran que los japoneses no comparten la concepción dualista occidental; no conciben la lucha del espíritu contra el cuerpo, sino la coexistencia de dos almas: la apacible y la bronca, no equivalentes a buena y mala. Su ética no teoriza acerca del bien y el mal; afirma que la virtud se halla dentro de uno mismo y la felicidad no es algo que hay que buscar fuera, puesto que es un estado interno de paz y relajación.
Con estos datos, Benedict elabora su tipología de las “conductas de la vergüenza” y las “conductas de la culpa”: en las de la culpa, los individuos son educados con unas normas absolutas de moralidad; por ello se espera que desarrollen una conciencia moral que los haga sentir culpables cuando las infrinjan, mientras en las de la vergüenza, las sanciones externas mantienen al individuo atado al cumplimiento de las obligaciones que la sociedad le impone; y el miedo a que se descubra la falta es su mayor temor.
Por último Benedict aborda en el capítulo más largo del libro la educación de los niños japoneses y cómo padres y abuelos los introducen dentro de su patrón cultural. Desde muy pequeños les muestran que el peor castigo es el aislamiento o el ser rechazados por la familia; la jerarquía social de mayores, jóvenes, hombres y mujeres (las niñas japonesas gozan de gran libertad durante la infancia, aunque luego son educadas para replicar el patrón tradicional) e, incluso el moldeamiento del propicuerpo, entrenándolos desde muy pequeños en las posturas corporales requeridas en las casas japonesas (estar de rodillas con los pies flexionados tanto para niños como niñas, y la de dormir con las piernas juntas sin moverse para las niñas).
Acaba el libro expresando su confianza en Japón, una nación con grandes valores que le permitirán salir adelante siempre que no vuelva a caer en sueños militaristas, mientras advierte al resto de naciones que los repriman también.
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4.- SELECCIÓN DE FRAGMENTOS Y ACTIVIDADES.
Texto 1.- (…) ”Los japoneses son, a la vez, y en sumo grado, agresivos y apacibles, militaristas y estetas, insolentes y corteses, rígidos y adaptables, dóciles y propensos al resentimiento cuando se les
hostiga, leales y traicioneros, valientes y tímidos, conservadores y abiertos a nuevas formas, preocupados excesivamente por el “qué dirán” y, sin embargo, propensos al sentimiento de culpa, incluso
cuando los demás no saben que han dado un paso en falso, soldados en extremo disciplinados, pero con tendencia a la insubordinación.”
El crisantemo y la espada. (p.14)
ACTIVIDADES.
1.- Lee el texto y haz una lista con las características que la autora hace de los ciudadanos japoneses. ¿Consideras que con ella se puede extraer un patrón de conducta general para todo el pueblo japonés? Razona tu respuesta.
2.- Compara las nociones de vergüenza y culpa, y di si te parecen apropiadas como etiquetas para las culturas.
Texto 3.- “El pánico que tales bromas ocasionan en el niño de dos a cinco años es tanto mayor, ya que la casa es verdaderamente un oasis de seguridad e indulgencia. La división de las tareas, tanto física como emocional, es tan completa entre el padre y la madre que rara vez se le presentan como competidores. La madre o la abuela llevan la casa y amonestan al niño; ambas sirven al padre de rodillas y lo colocan en el puesto de honor. El orden de precedencia en la jerarquía hogareña está claramente asignado: el niño aprende las prerrogativas de las generaciones mayores, del varón comparado con la hembra, del hermano mayor comparado con el pequeño. Pero en este período de su vida el niño ocupa el lugar preferente, y de una forma mucho más notoria si se trata de un varón. Tanto para el niño como para la niña la madre es una fuente constante y pródiga de satisfacciones, pero en el caso de un niño de tres años puede complacerse a costa de ella, incluso en forma de ira furiosa. Quizá no manifiesta jamás agresividad hacia el padre, pero todo lo que siente cuando es objeto de bromas por sus padres y todos los resentimientos contra el hecho de “ser dado a alguien” los expresa a veces con rabietas contra la madre o la abuela. No todos los niños japoneses, por supuesto, cogen rabietas, pero tanto en las aldeas como en los hogares de elevada posición se las considera una cosa normal de la vida del niño entre los tres y seis años. El niño golpea a la madre, le grita y como última agresión deshace su hermoso peinado. Su madre es una mujer, e incluso a los tres años él tiene ya la seguridad que le viene de ser varón. Puede satisfacer incluso su agresividad.
Hacia el padre solo puede demostrar respeto. El padre es para el niño un ejemplo de la posición jerárquica más alta, y, según la frase japonesa usada constantemente, el niño debe aprender a expresa el respeto que se le debe a aquel “como entrenamiento”. El padre es menos disciplinario que en la mayor parte de las naciones occidentales, pues la disciplina de los niños está en manos de las mujeres. Una simple mirada silenciosa o una breve admonición es habitualmente la única indicación con la que el padre advierte a los hijos de sus deseos, y estas indicaciones suelen ser tan infrecuentes que el niño las cumple inmediatamente. A veces construye juguetes para sus hijos en las horas libres. Los lleva en brazos incluso después de que hayan aprendido a andar -como también hace la madre- y asume despreocupadamente deberes del cuidado infantil que un padre norteamericano suele dejar en manos de la mujer.”
El crisantemo y la espada (pp 253 y 254)
ACTIVIDADES
1.- En el texto se habla de la educación del niño en los hogares japoneses. Busca en él las tareas asignadas a las madres y a los padres y haz una lista de cada una de ellas. Compáralas.
2.- ¿Qué similitudes y/o diferencias establece la autora con la cultura de Estados Unidos?
3.- Haz una pirámide de la jerarquía de una casa japonesa en la que hay niños.
4.- La Escuela de la Cultura y la Personalidad defiende que la educación moldea la conducta de los individuos a través de lo que aprenden a lo largo de su vida y, especialmente, durante la infancia. Desde esta premisa, ¿crees que estamos obligados a repetir los patrones de los que nos hemos empapado durante nuestro período de aprendizaje? Haced dos grupos en clase: uno a favor del cambio dentro del patrón cultural, o y otro que defienda esta postura. Buscad información sobre la vida actual en Japón mediante series, películas, libros y documentales para tener una perspectiva más amplia.Posteriormente, celebrad un debate para concluir en uno u otro sentido.
5.- VOCABULARIO.
-Apolíneo: Término acuñado por Nietzsche en su obra El nacimiento de la Tragedia en el espíritu de la música (1872). El filósofo lo utiliza para referirse a determinadas características del dios Apolo tal como se han aplicado en el arte. Serían el orden, la racionalidad y la mesura. Benedict lo usa como una etiqueta para ciertas culturas como la de los indios Pueblo.
-Cultura: conjunto de conductas, saberes, creencias y emociones que comparte un grupo social. Benedict le atribuye rasgos psicológicos y habla de ella como la personalidad de los pueblos. Afirma también que es más importante que la biología para determinar la conducta de los individuos.
-Dionisíaco: Término acuñado por Nietzsche para referirse a la desmesura, la exageración, el frenesí y el exceso, propios del dios Dioniso, que podemos encontrar en ciertas manifestaciones artísticas. Ruth Benedict lo usa para etiquetar la cultura de los Kwakiutl.
-Etnocentrismo: Creencia de que nuestra propia raza o etnia está más evolucionada o tiene características más sublimes que otras. Supone, además, que nuestra cosmovisión es la única adecuada para interpretar y valorar la vida de otros grupos, razas o etnias.
-Gestalt: Escuela Psicológica que explica que no percibimos sensaciones aisladas que posteriormente nuestro cerebro asocia, sino que percibimos totalidades, configuraciones complejas.
-Racismo: doctrina que defiende que un determinado grupo étnico tiene ciertas características que lo hacen superior a otros, frente a los que manifiesta desprecio y rechazo.
-Relativismo: Doctrina epistemológica que afirma que el conocimiento válido está ligado a una determinada cultura, época o visión particular. Si se aplica a las culturas, afirmamos que cada una debe entenderse dentro de sus propios términos y la imposibilidad de establecer un punto de vista universalmente válido. Cuando lo llevamos al terreno de la moral, diremos que las opiniones acerca de lo bueno o lo malo varían de una persona a otra, sin opción de alcanzar una definición universal.
-Trabajo de campo - observación de una determinada cultura en su lugar de origen, de sus instituciones, modos de vida y pensamientos acerca de lo sobrenatural para tratar de entenderla. Es el método principal de la Antropología Social y Cultural.