LA ÉTICA DE KANT
1.- INTRODUCCIÓN.
La teoría ética de Kant se encuentra en sus
obras Crítica de la Razón Práctica,
La Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres y La
Metafísica de las Costumbres.
La ética de Kant se etiqueta como FORMALISMO , ya que Kant sólo nos propone una serie de
requisitos , tales que, si se cumplen, podremos tener la seguridad de haber
obrado como seres racionales, peno nunca nos daría una serie de “recetas” para
alcanzar la felicidad.
En su Crítica
de la Razón Pura , Kant establece las condiciones de posibilidad del
conocimiento humano, y la conclusión que alcanza es que la realidad está
estructurada por los sujetos, gracias a los elementos a priori que están en
nosotros y las impresiones que provienen del exterior. Según Kant, nosotros
captamos las impresiones de la realidad, que nos llegan aisladas y caóticas a
nuestros órganos sensoriales. Una vez recibidas, les aplicamos espacio y tiempo
(intuiciones puras de la sensibilidad), y posteriormente las categorías o
conceptos puros del entendimiento (unidad, substancia, existencia, etc),
resultando de este proceso el fenómeno u objeto que conocemos.
Esta explicación tiene un correlato en la
ética: todos los seres humanos somos racionales, y como tales, capaces de
darnos nuestra propia ley moral, es decir, de ser autónomos, de actuar según
nuestros propios principios. Para Kant estos principios se encuentran en la
Razón, que es universal; por ello, los seres humanos coincidimos – o podemos
coincidir – en el enjuiciamiento moral. Según Kant no hay que dar directrices
para la acción, ya que todos y cada uno de nosotros es capaz de descubrir la
ley moral dentro de sí. Por ello la ética kantiana es formal, porque habla de
fórmulas universales que cada cual aplicará – o no – según entienda, y no
“material” como lo son la aristotélica o la hedonista, que proponían unas
pautas de conducta concretas con el fin de alcanzar la felicidad.
2.- ÉTICA FORMAL KANTIANA.
El ser humano, como ser activo que es,
realiza acciones continuamente; dentro de éstas, aquellas que son conscientes y
libres ,y , por tanto, de las que somos responsables, son los hechos morales.
Estos hechos se suelen calificar (normalmente como “buenos” o “malos”) según un
código de referencia aceptado por la sociedad en la que vive el individuo, que
es el código moral. La Ética es la parte de la Filosofía que estudia la
moralidad de los actos humanos y analiza el comportamiento moral de los
individuos. La Ética reflexiona acerca de cómo deben ser los individuos y las
acciones.
Según Kant, los humanos no podemos enjuiciar
a los actos en sí mismos como buenos o malos, ya que éstos emanan de la
voluntad (capacidad de realizar o no las acciones), y, por tanto, tan solo ella
puede ser calificada. Pero para Kant los adjetivos para calificar la voluntad
no son “buena” o “mala”, sino “autónoma” o “heterónoma”.
La voluntad es autónoma cuando escoge
realizar una acción por la acción en sí misma, y no por las consecuencias que a
través de ella se puedan alcanzar. Una voluntad autónoma sólo tiene a la razón
como guía y a nuestro convencimiento de que lo que vamos a realizar es deseable
en sí mismo. Hacemos lo que “debemos hacer”, pero no porque sea una imposición
de otros o nos veamos obligados a realizarlas por una ley positiva cuyo incumplimiento conlleve
una sanción. La voluntad es autónoma cuando la fuente del deber somos nosotros
mismos. Según Kant esta voluntad se rige por el Imperativo Categórico, que Kant
formula de dos formas diferentes:
1) Obra de manera que quieras que tu acción
se convierta en ley universal.
2) Obra de tal modo que trates a los demás
siempre como un fin en si mismo y jamás como un medio.
Otras formulaciones del
imperativo categórico son:
3) Realiza en toda circunstancia lo que
debas hacer.
4) Obra de tal manera que tu voluntad sea
autónoma y sea el único principio de leyes morales y deberes.
La voluntad es Heterónoma cuando la fuente
de obligación de realizar una tarea es
externa al propio individuo; es decir, hacemos algo porque otro nos lo manda o
porque es lo que hacen los demás (“todos lo hacen”), o escogemos tal acción por
los efectos que puedan dimanar de ella. Así, si me tomo un jarabe para la tos
no es porque considere deseable esa acción en sí misma, sino porque con ella
pretendo llegar a quitarma la fastidiosa tos y poder dormir toda la noche.
Así, Kant, ante cualquier dilema vital, lo
sometería al tribunal del imperativo categórico para determinar la forma en la
que se debe obrar.
EJERCICIO:
¿Qué opinaría Kant acerca de decir mentiras?
Ángeles
Boix
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