martes, 29 de enero de 2013

ÉTICA KANTIANA



LA ÉTICA DE KANT

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     1.- INTRODUCCIÓN.  
   La teoría ética de Kant se encuentra en sus obras Crítica de la Razón Práctica, La Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres y La Metafísica de las Costumbres.

   La ética de Kant se etiqueta como FORMALISMO  , ya que Kant sólo nos propone una serie de requisitos , tales que, si se cumplen, podremos tener la seguridad de haber obrado como seres racionales, peno nunca nos daría una serie de “recetas” para alcanzar la felicidad.

   En su Crítica de la Razón Pura , Kant establece las condiciones de posibilidad del conocimiento humano, y la conclusión que alcanza es que la realidad está estructurada por los sujetos, gracias a los elementos a priori que están en nosotros y las impresiones que provienen del exterior. Según Kant, nosotros captamos las impresiones de la realidad, que nos llegan aisladas y caóticas a nuestros órganos sensoriales. Una vez recibidas, les aplicamos espacio y tiempo (intuiciones puras de la sensibilidad), y posteriormente las categorías o conceptos puros del entendimiento (unidad, substancia, existencia, etc), resultando de este proceso el fenómeno u objeto que conocemos.

   Esta explicación tiene un correlato en la ética: todos los seres humanos somos racionales, y como tales, capaces de darnos nuestra propia ley moral, es decir, de ser autónomos, de actuar según nuestros propios principios. Para Kant estos principios se encuentran en la Razón, que es universal; por ello, los seres humanos coincidimos – o podemos coincidir – en el enjuiciamiento moral. Según Kant no hay que dar directrices para la acción, ya que todos y cada uno de nosotros es capaz de descubrir la ley moral dentro de sí. Por ello la ética kantiana es formal, porque habla de fórmulas universales que cada cual aplicará – o no – según entienda, y no “material” como lo son la aristotélica o la hedonista, que proponían unas pautas de conducta concretas con el fin de alcanzar la felicidad.

2.- ÉTICA FORMAL KANTIANA.

   El ser humano, como ser activo que es, realiza acciones continuamente; dentro de éstas, aquellas que son conscientes y libres ,y , por tanto, de las que somos responsables, son los hechos morales. Estos hechos se suelen calificar (normalmente como “buenos” o “malos”) según un código de referencia aceptado por la sociedad en la que vive el individuo, que es el código moral. La Ética es la parte de la Filosofía que estudia la moralidad de los actos humanos y analiza el comportamiento moral de los individuos. La Ética reflexiona acerca de cómo deben ser los individuos y las acciones.

   Según Kant, los humanos no podemos enjuiciar a los actos en sí mismos como buenos o malos, ya que éstos emanan de la voluntad (capacidad de realizar o no las acciones), y, por tanto, tan solo ella puede ser calificada. Pero para Kant los adjetivos para calificar la voluntad no son “buena” o “mala”, sino “autónoma” o “heterónoma”.

   La voluntad es autónoma cuando escoge realizar una acción por la acción en sí misma, y no por las consecuencias que a través de ella se puedan alcanzar. Una voluntad autónoma sólo tiene a la razón como guía y a nuestro convencimiento de que lo que vamos a realizar es deseable en sí mismo. Hacemos lo que “debemos hacer”, pero no porque sea una imposición de otros o nos veamos obligados a realizarlas por  una ley positiva cuyo incumplimiento conlleve una sanción. La voluntad es autónoma cuando la fuente del deber somos nosotros mismos. Según Kant esta voluntad se rige por el Imperativo Categórico, que Kant formula de dos formas diferentes:

   1) Obra de manera que quieras que tu acción se convierta en ley universal.
   2) Obra de tal modo que trates a los demás siempre como un fin en si mismo y jamás como un medio.

Otras formulaciones del imperativo categórico son:

   3) Realiza en toda circunstancia lo que debas hacer.
   4) Obra de tal manera que tu voluntad sea autónoma y sea el único principio de leyes morales y deberes.

   La voluntad es Heterónoma cuando la fuente de obligación de realizar una tarea  es externa al propio individuo; es decir, hacemos algo porque otro nos lo manda o porque es lo que hacen los demás (“todos lo hacen”), o escogemos tal acción por los efectos que puedan dimanar de ella. Así, si me tomo un jarabe para la tos no es porque considere deseable esa acción en sí misma, sino porque con ella pretendo llegar a quitarma la fastidiosa tos y poder dormir toda la noche.

   Así, Kant, ante cualquier dilema vital, lo sometería al tribunal del imperativo categórico para determinar la forma en la que se debe obrar.

            EJERCICIO: ¿Qué opinaría Kant acerca de decir mentiras?



                                 Ángeles Boix     


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