El presente estudio fue una colaboración
para el número 2 de la revista
“Aletheia” , hecha por el Seminario Permanente de Filosofía de la Vega Baja , y publicada
en el año 1992 en Orihuela (Alicante). La transcripción es literal, y no recoge
los estudios sobre Wittgenstein posteriores a los primeros
años 90 del pasado siglo.
UNA
EXPERIENCIA PEDAGÓGICA
I
En
el distrito de Neunkirchen, en la Baja
Austria , todos los años se celebra un congreso sobre
Wittgenstein.
En
este mismo distrito, en las aldeas Trattenbach, Otterthal y Puchberg,
hubo entre 1920 y 1926 un maestro de escuela primaria excepcional: Ludwig
Wittgenstein. Todavía hay personas vivas que conocieron directamente a este
singular personaje, de reconocida fortuna, pero que vivía casi en la pobreza.
II
Gracias a la publicación de Los Diarios Secretos de Wittgenstein en
1985 (1), tenemos un conocimiento directo de las vicisitudes personales del
autor en los años de la Primera Guerra
Mundial, cuando servía en el ejército austríaco como voluntario.
Desde agosto de 1914 tomó la costumbre de
anotar todo lo que sucedía en el frente, así como sus reflexiones filosóficas,
que desembocarían en las páginas más enigmáticas de la historia de la
filosofía: el Tractatus Logico –
Philosophicus.
En los diarios arriba mencionados, asistimos
a la evolución del pensador, de un joven vienés formado como ingeniero en
Austria y en Inglaterra, que se interesó por problemas filosóficos a raíz de
cuestiones matemáticas, de un hombre grave con un agudo sentido de la ética y
una profunda preocupación por vivir religiosamente, aun cuando no observara
ninguna práctica religiosa.
En estos mismos textos las referencias a
Tolstoi y su Breve exposición del
Evangelio son muy numerosas, llegando incluso a reconocer en una carta
a von Ficker (2) que:”(…) En su momento fue este libro el que a mi me mantuvo
realmente en vida (…)”.
III
No cabe duda que vivir en primera línea de
fuego una guerra es una experiencia que deja una huella indeleble. En 1918 Wittgenstein
pasa a un campo de prisioneros en Montecassino, al norte de Italia. Se negó a
cualquier tipo de intervención por parte de su familia o amistades inglesas –
tan influyentes como Russell – para ser liberado, o incluso, recibir ayuda
económica o en alimentos de ningún tipo. No consideraba ético no compartir
exactamente el mismo destino que todos sus compañeros de cautiverio.
A lo largo de los Diarios Secretos vemos que Wittgenstein no tiene un gran aprecio
por la gente que lo rodea – los suele tachar de “indecentes”, “zafios” y
“limitados” en sentido intelectual. Sin embargo, sabe que son su prójimo, y
debe aprender a convivir con ellos, y utilizar su paciencia como arma. Quizá lo
ha conseguido, y lo muestra con esa solidaridad. No obstante, sus relaciones
humanas seguirán siendo siempre difíciles.
A pesar de todas las dificultades, en el
campo de prisioneros hace, al menos, una amistad que tendrá cierta proyección
en su vida futura, un joven oficial llamado Frank Parak, el cual escribía relatos
y poemas para leer entre los prisioneros. Wittgenstein se interesó por él en
cuento tuvo noticias de su labor, y a pesar de devolverle el relato que le
había prestado lleno de correcciones, aduciendo que “…al escribir, se debería
procurar siempre representarse con claridad las cosas y buscar las palabras que
coincidiesen exactamente con lo representado” (3), la amistad surgió entre
ambos. Y Parak conoció, de primera mano y con aclaraciones del propio autor, lo
que era el Tractatus.
IV
Pero
no es precisamente el Tractatus en sí
mismo lo que ahora nos ocupa, sino más bien lo que viene después de él, después
de la proposición siete con su petición de silencio ante aquello “de lo que no
se puede hablar”. Wittgenstein ha tirado la escalera y ya no quiere saber nada
de la filosofía.
“Yo ya
había notado en su libro un cierto asomo de misticismo, pero me he quedado
completamente asombrado al comprobar que Wittgenstein se ha convertido por
completo en un místico”, escribe Russell a lady Ottoline en diciembre de
1919, tras su primer encuentro con Wittgenstein después de la guerra, ocurrido
en La Haya.
Ciertamente, algo había cambiado en el
vienés, muy influido ahora por los literatos rusos que, como Tolstoi o
Dostoievski, cantan la pureza de costumbres y de espíritu de los campesinos
rusos. Si a ello añadimos que, en el campo de prisioneros un cierto número de
ellos preparaba su ingreso en la
Escuela de Magisterio, tendremos la génesis de lo que será la
vida de Wittgenstein en los siguientes años: un maestro de escuela primaria en
aldeas de Austria. Allí irá buscando pureza y decencia – siguiendo a Tolstoi –
y, no solo en los campesinos, sino también dentro de sí mismo, ya que, como le
confesó a un compañero de profesión docente:”hubo
un tiempo en que estuve dándole vueltas a la idea de hacerme arquitecto o
boticario. Pero caí en la cuenta de que no podía encontrar en esas profesiones
lo que yo buscaba. En el fondo, cuando uno ejerce esos oficios, y también
otros, únicamente es un tendero. Lo que yo quiero es irme al otro barrio siendo
una persona decente” (4).Así, al abandonar el campo de prisioneros y volver
a Viena, se matriculó en el último curso de la Escuela de Magisterio.
V
Se ha solido señalar esta experiencia
docente de Wittgenstein como una consecuencia ética del Tractatus: mostrar lo indecible. Pero, a partir de los años
setenta, cuando comenzaron a ser más numerosos los estudios sobre Wittgenstein,
se apunta también al ejercicio de la docencia entendido como una especie de
sacerdocio.
William Bartley III en su polémica obra, Wittgenstein (5), apunta la
posibilidad de que Wittgenstein buscara en ello un cierto seguimiento de
Jesucristo como modelo, aunque no se atreve a afirmarlo tajantemente (6).
Baum, algo más documentado nos dice que: “A su amigo Parak le explicó que lo que más
le gustaría es ser sacerdote. Pero como no se sentía con ganas de iniciar unos
estudios teológicos que duraban ocho semestres, decidió hacerse maestro de
escuela primaria.(…)Wittgenstein le dijo a Parak que, siendo maestro, podría
leer a los niños la Biblia
en la escuela”(7).
En
este punto hay que contar con la reforma educativa que se llevó a cabo en
Austria en los años 20, con sello socialdemócrata y bajo la firma de Otto
Glöckel, su artífice, y persona que frecuentaba el palacio de los Wittgenstein
en Viena. De ahí a afirmar que la decisión de Ludwig estaba estrechamente
relacionada con la obra social que emprendió su familia tras la guerra,
apoyando las nuevas tesis educativas, hay un pequeño paso.
El padre del filósofo, Karl Wittgenstein,
afirmaba en 1890 que el mayor obstáculo para el progreso de un país estribaba
en los campesinos analfabetos que impedían a sus hijos educarse y salir de la
ignorancia. Treinta años más tarde, su hijo menor llegaría a pequeñas aldeas a
educarlos y hacerlos recitar de memoria poemas de Keller, Mörike y Schiller.
VI
Una vez acabada la guerra, Wittgenstein
tenía dos preocupaciones fundamentales al reintegrarse a la vida de Viena: la
primera, la publicación del Tractatus ;
la segunda, ser consecuente con su decisión de dedicarse al magisterio.
Respecto a la primera, tuvo que confiar en
los buenos oficios de Russell para conseguir que se publicara, por primera vez
en alemán en 1921.
La segunda llegó tras repartir toda su
fortuna entre sus hermanos y vivir a partir de entonces exclusivamente de su
sueldo. En el verano de 1920, desde que salió de la escuela de Magisterio hasta
que llegó a la aldea de Trattenbach, trabajó como jardinero en un convento.
VII
Al principio de su nuevo destino escribe
entusiasmado a Russell, alabando la belleza y la soledad de los paisajes de
alta montaña. Sin embargo, pronto empezará a quejarse de la zafiedad de sus
gentes y de su poca disposición para dejarse enseñar.
Todas las dificultades que tuvo en su
relación con los adultos, fueron un camino más despejado con los niños, con sus
alumnos, especialmente con los que eran más inteligentes. Baum (9) califica al
filósofo de elitista por este motivo, al igual que hace W.W.Bartley III, quien
también expone que no hizo esfuerzos por conectar con el campesinado:
“Durante
su vida Wittgenstein enseñó sólo a dos tipos de personas: los
privilegiados adultos que fueron sus
estudiantes colegas de Cambridge y los
niños de los campesinos pobres de Austria.Su última filosofía sugiere que
aprendió más, y probablemente mucho más, de aquellos niños que lo que aprendió
de los adultos” (10).
En Trattenbach hizo amistad con el párroco,
Neururer, hombre de principios, como el mismo Wittgenstein, con quien formaba
una buena sociedad: el párroco mediaba entre el filósofo y la comunidad, y
Wittgenstein hacía las “buenas obras”.En esta época el vienés reparó una
máquina de la fábrica de lana de la localidad, que, de no haber sido por él,
hubiera llevado al desempleo a bastantes trabajadores, pues requería que se
desmontara y enviara a Viena para su reparación. El maestro lo hizo en dos días
y con la única ayuda de cuatro hombres. El pago que insistieron en hacerle, lo
pidió en lana, que el párroco repartió entre los niños del pueblo. Fue también
el párroco quien lo puso en contacto con los Traht, los granjeros más pobres de
la aldea. Wittgenstein siempre comía con ellos, y consideraba a la señora Traht
una “verdadera cristiana”.Todavía seguía en
pie su idea de encontrar la decencia entre los campesinos.
VIII
El sistema educativo heredado de la
monarquía de los Ausburgo primaba el memorismo y el respeto a la autoridad; el
alumno hacía poco trabajo creativo y su labor era principalmente pasiva. Las
reformas propuestas por Glöckel merecieron críticas y alabanzas encendidas.
Otto Glöckel fue ministro de Educación de la
nueva República durante el breve período de un año y medio, pero las reformas
impulsadas por él eran a largo plazo, y su objetivo último era transformar las
viejas escuelas disciplinarias en escuelas de trabajo; se buscaba la pedagogía
activa, el aprendizaje a través del trabajo del alumno. A pesar de ser bastante
impopular en Austria, este principio mereció la atención y los elogios del
Instituto Rousseau de Ginebra, que llamaría, a partir de entonces, a Viena “la meca de la pedagogía”.
No tenemos datos sobre el entusiasmo o falta
de él de Wittgenstein por la reforma,
pero sí podemos hablar de su “pedagogía” concreta: los alumnos trabajaban en
sus clases como no lo habían hecho nunca. Y adoraban a su profesor.
Todavía queda en el pueblo de Puchberg un
esqueleto de gato que Wittgenstein construyó para sus alumnos, al igual que
había hecho en Trattenbach y haría en Otterthal. También hizo modelos de
máquinas, poleas y palancas para MOSTRAR a los alumnos lo que debían aprender.
La preparación que les dio en matemáticas era mucho más avanzada que la que era
usual en la época.
El filósofo intentaba motivar a aquellos
alumnos cuya capacidad intelectual era mayor, para continuar después del
horario normal de clase con horas adicionales de estudio con él. Así fue como
intentó que, al menos, dos de sus alumnos siguieran cursos superiores en Viena,
ayudando a que fueran y se instalaran allí, y haciendo que su amigo Ludwig
Hänsel – catedrático de instituto – los examinase de externos para acceder al
instituto. En este punto le dio la razón a su padre, cuando en 1890 afirmaba
que el campesino era un obstáculo para el progreso, y llegó a pensar que
Tolstoi era un ingenuo. Los padres no accedieron a que sus hijos continuaran
estudios en Viena, pues debían trabajar en la granja o en la fábrica de lana, y
aportar dinero a la familia en vez de mermarlo. Con el tercer alumno
sobresaliente que se encontró, Fuchs, hijo de un zapatero, sólo lo preparó
fuera de las horas de clase, pero ya no intentó que siguiera estudios
superiores. Cuando el joven le comunicó a su profesor que quería ser zapatero
como su padre, Wittgenstein le contestó que le parecía bien, que un hombre
debía tener algo “decente” que hacer. Y fue zapatero, pero sabía latín, griego
y matemáticas.
Como profesor, llevaba a sus alumnos de
excursión a la cercana localidad de Gloggnitz, a visitar una imprenta y ver su
funcionamiento, o a Viena, a ver la ciudad y reconocer en calles y museos todo
lo que se había visto en clase: estilos arquitectónicos, pictóricos y las
máquinas de las que habían hecho modelos, en un suerte de Tractatus aplicado, al combinar la teoría – el decir – con la
propia experiencia de lo que se mostraba.
IX
La publicación del Tractatus no resultó una tarea fácil, y cuando en 1920 Wittgenstein
comenzó su carrera docente, dejó el asunto en manos de Russell; él lo había
intentado sin éxito desde que salió del campo de prisioneros hasta que se fue a
Trattenbach.
Finalmente se publicó en alemán en “Annalen der Naturphilosophie” en 1921, y
al año siguiente se publicó en inglés, en
una traducción de C.K. Odgen, antiguo compañero de estudios de
Wittgenstein en Cambridge. La correspondencia con Odgen y Ramsey comenzó a ser
más intensa, y este último llegó a visitar a Wittgenstein en Puchberg. En esta
misma época, el filósofo comenzó a tener contactos con Moritz Schlick,
cabeza visible del Círculo de Viena.
No sería hasta 1929 cuando decidiera volver
a la filosofía y a Inglaterra. Todavía no estaba decepcionado con su
experiencia con los campesinos.
Tras la publicación del Tractatus Wittgenstein preparó la segunda obra que daría él mismo a
la imprenta: el Wortebuch für
Volsschulen (Vocabulario o Diccionario para las escuelas primarias) en
1926. En sus clases, Wittgenstein solía hacer listas de palabras para que los alumnos copiaran de la
pizarra y aprendieran su ortografía y el uso que de ellas se hacía. Estas
palabras eran tanto en alemán estándar –Plattdeusch – como en el dialecto que
sus alumnos hablaban. Wittgenstein consideraba que las gramáticas para uso
escolar que existían eran inadecuadas, por tomar los ejemplos de la literatura,
y siempre en Plattdeusch, hallándose , en cualquier caso, lejos del vocabulario
de aquellos que debían usarlas. Él comenzó dando cabida al lenguaje cotidiano y
a las anomalías que en él se producían; de ahí se llegaba hasta la norma
general. Hacía el camino al contrario que las gramáticas tradicionales: partía
de lo extraordinario para acceder a la norma. ¿Cuánto de este trabajo hay en
las Investigaciones Filosóficas
y sus juegos de lenguaje y en los múltiples ejemplos de cómo un niño aprende a
usar una lengua e interiorizar sus reglas?
X
Se
puede decir que, a su manera, Wittgenstein fue feliz dentro de esta
experiencia; al menos los niños y las personas “auténticamente cristianas”,
como Neururer y los Traht, habían llevado un poco de calma a este espíritu
agitado.
Sin embargo, algunos de estos niños lo
llevarían lejos de esta profesión, a la que ya no volvió. Wittgenstein
castigaba a sus alumnos cuando éstos lo merecían (no olvidemos la rigidez de su
código moral), y que solía ser cuando los descubría tras cometer alguna “falta
contra la honestidad”, es decir: mintiendo. No parece que el castigo fuera más
allá de algún cachete. Sin embargo, en Otterthal, 1926, parece que se dio una
“conspiración” contra el filósofo, ya que hubo alumnos que se desmayaron por
las “sádicas” palizas que el profesor les propinaba, o por sangrarles la nariz
tras un cachete. Su impopularidad entre los adultos y la exageración de los
pequeños pusieron a Wittgenstein delante de un tribunal para dilucidar su
responsabilidad ante tales hechos. A pesar de pasar el análisis psiquiátrico al
que fue sometido, y ser declarado inocente de los cargos, el filósofo
renunciaría a continuar con la labor que había comenzado hacía seis años.
Ni rastro de Tolstoi en aquellos parajes.
EPÍLOGO
Cuando Wittgenstein abandonó el magisterio,
no volvió inmediatamente a la filosofía. Trabajó como jardinero en un convento
una vez más, hasta que en 1927 comienza a trabajar con Engelmann en la
construcción de la casa para su hermana Margarethe en la Kundmangasse de Viena
– que todavía hoy se conserva, ahora como sede de la Embajada de Bulgaria en
la ciudad. Llegó a inscribirse en el directorio de Viena como “arquitecto”.
La casa de la Kundmangasse merece
ella sola un capítulo aparte, pues es el Tractatus
hecho artefacto, y una construcción con muchas similitudes con las obras de
Adolf Loos, otro ejemplo de persona íntegra y honesta de Viena, empeñado en
mantener la separación entre arquitectura y decoración, lo interno y lo
externo, en cierta sintonía con la distinción entre el decir y el mostrar
tractariano. Curiosamente, Loos, que vivía de forma bastante precaria, había
recibido parte de la fortuna de Ludwig Wittgenstein antes de la guerra. Cuando
murió el patriarca Karl Wittgenstein en 1913, Ludwig dio una parte considerable
de su fortuna a von Ficker para que la repartiera entre artistas sin recursos.
Loos fue uno de estos receptores, aunque nunca supo quién había sido su
benefactor.
En
1929 Witggenstein vuelve a Cambridge, se doctora con el Tractatus y comienza lo que ha dado en llamarse “la segunda época
de Wittgenstein”.
De los años que aquí nos han ocupado, poco
se suele decir; se toma como la etapa de silencio. Sea como sea, este período
es un escalón más en la evolución personal de un hombre íntegro y honesto. Un
genio, además.
NOTAS
(1)
Revista
“SABER”, números 5 (septiembre –octubre 1985) y 6 (noviembre – diciembre 1985).
Barcelona. Fue la primera publicación íntegra de estos textos. W. Baum, en su Introducción
a los Diarios Secretos de Ludwig Wittgenstein en el número 5 de la
publicación, cuenta con todo detalle las vicisitudes que conllevó la misma, así
como del comportamiento de los herederos del legado de Wittgenstein ante la
publicación de algo que no se adaptaba a su propia interpretación.
(2)
Carta
a von Ficker de 24 de julio de 1915. Revista “SABER” nº 6. De esta época no
quedan cuadernos de diarios; tan solo han sobrevivido cinco cartas, cuatro a
von Ficker – de las cuales ésta es la primera – y una a Russell.
(3)
Baum,W.: Ludwig
Wittgenstein, pág. 102. Alianza Editorial. Madrid , 1985.
(4)
Baum, W.: Op. cit.,
pág. 132.
(5)
Bartley III, W.W.:Wittgenstein.
Ed.
Cátedra.Colección Teorema. Madrid,1987. La primera vez que se publicó esta obra
en Estados Unidos (1972), suscitó una gran polémica, pues parecía apuntar a
inclinaciones homosexuales en Wittgenstein. La reacción de los albaceas
testamentarios y algunos familiares del filósofo fueron bastante violentas,
pretendiendo que se retirara la publicación. No lo consiguieron y comenzaron
una labor de desprestigio en el The Times Literary Supplement. La edición
española recoge el “Epílogo 1982” ,
donde el autor aclara esta polémica.
(6)
W.W.Bartley
III, o.cit., págs 88 y 89.
(7)
W.
Baum. Op.cit, pág. 106
(8)
W.
Baum.Op. cit, pág.131.
(9)
W.
Baum, op.cit, pág 132: “El estilo de
Wittgenstein era, antes bien, autoritario y elitista; quería favorecer a los
jóvenes que tuvieran talento; por los alumnos menos dotados sentía menos
interés”.
(10)
W.W.Bartley III, op. cit.,
pág. 104.
Ángeles Boix
Muy interesante, Profesora Ángeles Boix, he enlazado su entrada al grupo Wittgenstein que administramos Carlos Salinas y un servidor en Facebook: https://www.facebook.com/groups/sobrewittgenstein/544776568974899/?notif_t=like
ResponderEliminarMuchas gracias,profesor.He mandafo solicitud para poder acceder a este grupo sobre Wittgenstein.Pero este artículo es para completar otro más que estoy preparando para el blog de Tinieblas en el corazón, más actual,a partir de un libro muy reciente de Joaquín Jareño todo un experto en el autor del Tractatus.Se lo haré saber en cuanto esté listo.Un saludo
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